domingo, 1 de julio de 2012

Miserables

Vivimos en los tiempos del todo vale. Debe ser que los conceptos eternos y las verdades absolutas han muerto, todo vale; relativamente según cómo se mire, todo está bien, todo es aceptado. Y ello se intenta legitimar sobre falacias, sobre la idea de que la felicidad es la máxima que hay que conseguir por encima de todo, una felicidad que en sí misma es una mentira, precisamente por eso, porque no es verdadera sino relativa, caduca como todas las cosas de este mundo y que en realidad no son nada. Todo vale, todo lo alcanzable por el hombre es válido para conseguir lo que se busca, todo vale y es el hombre mismo el que pone sus propios límites donde le interesa.

 
Lo que antes era malo e inaceptable, incluso para la propia persona, hoy puede ser perfectamente válido e incluso loable. No importa tener unos valores sólidos e inamovibles, que en el fondo son los que dan esa felicidad absoluta (una felicidad esta que es bastante diferente a la otra). No importa construir sobre la solidez de la verdad, lo que hoy es blanco pues mañana es negro, y es bueno igualmente porque le sirve al hombre para buscar lo que en ese momento le hace feliz (felicidad falsa y efímera).

El hombre se ha hecho dios mismo, él mismo es su propio dios. Todo vale. El hombre solo vive por su interés, no le importa los valores pasados que hay que pisotear para alcanzar ese falaz objetivo. Todo vale con tal de servirse a uno mismo, aplastando para ello todo lo que haga falta, incluso lo que ayer mismo se veía como bueno, justo, loable…

 
El hombre hoy en día busca construir su propia Torre de Babel. Por tanto tiene que pisotear todo lo que le impide construirla. Todo vale con tal de cimentar ese ídolo pagano. Todo le vale al hombre y le es bueno, incluso pasar por encima de lo que antes era intocable, solo construye su vida en su interés, y para justificar esto es capaz de inventar todo lo que haga falta, inventar y dar la vuelta a todo para su provecho.
El hombre hipócrita y falso en sí mismo, que es capaz de rasgarse las vestiduras ante comportamientos que luego él mismo en realidad apoya. Nido de víboras este en el que vivimos.

Solo le importa el momento, el interés de ahora mismo, no se molesta en construir y mirar hacia el futuro, pero eso es precisamente por el miedo que le tiene al futuro, por ello solo sabe vivir el presente. No tiene horizonte fijo, solo divaga de un lado a otro, pero siempre fracasa en todo por mucho que disfrace ese fracaso y eche la culpa a otros de él. La felicidad eterna no se construye sobre la nada del momento o del interés, solo se construye buscándola durante toda la vida.
Malos tiempos son estos en los que lo bueno es malo, y lo malo bueno, ambos conceptos solo se diferencian en tanto en cuento el hombre los necesite para su propio interés y provecho. El hombre sustenta su felicidad en mentiras que solo llevan a la ruina, pero para conseguir esos objetivos todo le es válido, absolutamente todo. Mal le va a esta sociedad.

 
Relativismo. ¿Pero qué es eso? No es ni más ni menos que pensar solamente conforme a los intereses momentáneos de uno mismo, pensar que el hombre puede disponer de todo en cualquier momento, que lo que ayer era malo hoy ya es bueno. Todo es relativo, según como se mire, todo vale. El hombre se mira a sí y se pregunta ¿puedo hacer esto?, y si se contesta que sí, va a por ello sin importar nada más, el hombre dispone y se impone sus propios límites que no son más que infinitos porque todo vale, todo es lícito, solo importa el interés.

 
Aquellas palabras que hace casi un año oímos, siguen resonando en nosotros, porque son justamente la clave para entender esto que hoy tenemos. Es la cosmovisión del hombre de hoy:

 
«Hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento».

El hombre se ha autojustificado como su dios, y por tanto todo vale. Pero detrás de esas ideas, detrás de todo esto solamente están presentes las fuerzas del mal, es todo un engaño, un gran triunfo del mal. Pero… Non praevalebunt!