
Cómo no, un año mas disfruté viendo pasar a la Piedad, que tuvo el honor de introducirme cuando era yo niño en la vida semana santera salmantina; este año más que nunca me vinieron a la mente mis años de cofrade en su procesión siempre a un lado de su estandarte. Viendo el encuentro entre los pasos también volví a sentir el frío que de niño pasé esperando nuestra incorporación en la procesión con los demás pasos.
Una vez pasó la piedad empezamos a oír las campanillas míticas de la Esperanza que tantas veces oímos en nuestros momentos de delirios semanasanteros. Pasó la Virgen y emprendimos camino hacia la Plaza, como ya es costumbre.
Llegamos al Corrillo, y allí nos esperaba otra vez Nuestro Padre Jesús de la Pasión bajo las primeras luces del día, momento idóneo sin duda para sacarle unas fotos más para el recuerdo.
Una vez ya en la Plaza no nos pudimos resistir y nos dirigimos a tomar un rápido café contra el frío y el sueño antes de que la procesión pasara por allí
Fue impresionante volver a ver a Jesús de la Pasión, al Cristo de la Buena Muerte, a la Piedad y a la Esperanza un año más dando la vuelta al ágora salmantina con el retumbar de sus acompañamientos musicales y las banderas a media hasta.
Volvimos a verlos una vez más a la entrada de su Iglesia y por tanto regresamos a donde ya habíamos estado de madrugada bajo la luna llena de Pasión que me recordaba al cuerpo mismo de Cristo recogido en ese momento dentro del Sagrario. El canto de la Salve me llevó a ponerme en el lugar de una madre que ve sufrir y morir a su hijo y me llenó de emoción aunque la gente pasase un poco de ello y siguiera dando voces.
Volvimos a subir Tostao para poder despedir a la Piedad, y entonces yo volví a recordar mis años de cofrade en los que estaba deseando que ese momento no llegara pues se acababa la procesión

Una vez despedida nuestra madre, corriendo para casa, corriendo de verdad pues había que coger el traje azul recién planchado que hacía unas pocas horas nos habíamos quitado.
Llegada a casa y otra vez, esta vez con mas ilusión y cansancio que nunca, dirección a la Santa Vera Cruz. Una vez allí a ponerse el traje otra vez y a encender el incensario Rubén y yo pues con guantes, capirote capa, etc. es tarea complicada.
Las doce en punto, todos preparados esperamos la señal prometida por don Daniel, que casi se nos cae al subir al estrado, y el cortejo hacia el patíbulo comenzó: escaleras arriba, escaleras abajo. Incensario que se apagaba y se enredaba. Fotógrafos que se querían colar. Mujeres, hombre y todos. Don pablo de lejos mirándonos. El Pueblo mío que te he hecho en que te he ofendido; etc.
Y por fin bajaron a Cristo muerto de la Cruz: primeramente el prelado diocesano venera el cuerpo muerto de Cristo, a continuación lo haremos los que estamos en el estrado, más tarde el pueblo…
Y para acabar, procesión de vuelta con Cristo bajo palio a la Capilla donde lo pusimos en el sepulcro en el cual esperaría hasta la procesión de la tarde. A quitarse el traje y dirección otra vez a casa a comer y a descansar un rato.
Me fue imposible ir a nuestra capilla a la celebración de la Pasión y Muerte pues tenía que descansar un rato tras la intensa mañana; pero no pude resistirme en emprender rumbo a las cinco a la casa de nuestra Madre Auxiliadora a escuchar lo que estábamos viviendo: la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, “Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca”. Por segundo año me volví a emocionar viendo la procesión desde el final de la Iglesia con el instrumento de martirio y de redención bajo el cántico por parte de don Manuel: mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
Ni siquiera pude quedarme hasta el final pues el espíritu cofrade me mandaba hasta la Plaza de Colón donde por curiosidad acudí a ver si las otras cofradías cumplían sus horarios; después de casi veinte minutos sentado en el suelo del parque emprendí el camino mas deseado hasta la Vera Cruz sin haber visto salir a Jesús Rescatado y sin haber visto pasar el paso del Huerto…